Lo extraordinario de volar en Capadocia Turquía es la posibilidad de hacerlo sobre un paisaje único
Todo empieza antes del amanecer, cuando las compañías especializadas [hay casi 20 empresas que ofrecen esta aventura] recogen a los pasajeros en sus hoteles y los llevan a un punto de encuentro. Allí se ofrece un desayuno ligero y, cuando están presentes todos los participantes, el grupo se desplaza al punto de partida. Una de las maravillas de viajar en globo es la ausencia de ruido una vez que el quemador se apaga. Se tiene entonces la sensación de flotar, de volar sintiendo el aire en la cara y los brazos, de experimentar lo que nunca está al alcance.
Lo extraordinario de volar en Capadocia en Turquía es la posibilidad de hacerlo sobre un paisaje único, fruto de un largo proceso de erosión a lo largo de millones de años. Desde cualquier punto de Capadocia se distingue la silueta del volcán Erciyes [3.916 m.], la montaña más alta de Asia Menor, un volcán actualmente dormido pero que es el origen de este paisaje torturado y hermoso. En sus épocas de actividad, sus cenizas cubrieron toda la comarca con un grueso manto de decenas de metros de espesor. La erosión sobre estas capas de cenizas petrificadas ha creado formas insólitas en la piedra, lo que ha generado un paisaje caprichoso y sorprendente. Recorrer esta región es, en ocasiones, como adentrarse en un espacio onírico.
Otro detalle singular viene de la propia historia. Capadocia ha estado habitada desde tiempo inmemorial. Ha sido lugar de paso de distintas rutas de caravanas y de refugio para algunos de los primeros cristianos que buscaban la soledad. Y cuando no encontraban cuevas en las que protegerse excavaban en la roca blanda. De esta manera se empezaron a tallar habitáculos y ermitas en los precipicios y en los conos de piedra. Más tarde acometieron estructuras más grandes y complejas, y las iglesias de estas comunidades cristianas son uno de los tesoros artísticos de toda Turquía. Esta forma de arquitectura ha pervivido hasta hace pocas décadas.